Aporte Omar M. Cortés - Evangelii Praecones


Omar Mauricio Cortés Ascencio
EVANGELII PRAECONES
Análisis sobre la actualidad de la encíclica

El inicio del tercer milenio se caracteriza por el efecto de la globalización y el subjetivismo en todos los campos del saber humano, la ciencia, la técnica e incluso en la vida espiritual. Esta globalización no sólo permea todas las conciencias, sino que universaliza las ideas y las formas de convivencia. Así vemos, por ejemplo, cómo la violencia es el pan de cada día, no sólo en México sino en el mundo. Violencia física, verbal e incluso de indiferencia ante la solidaridad.
La carta encíclica de Pio XII, Evangelii Praecones o Heraldos del Evangelio, nos muestran en un contexto de posguerra y en vías de otra como la de Corea, la necesidad de predicar con más ahínco el Evangelio del Reino, especialmente en tiempos tan difíciles, casi como si nos lo dijera el Papa refiriéndose a nuestros tiempos: Mas ahora, cuando corren tiempos turbios y amenazantes, y no pocos pueblos se separan unos de otros y se combaten mutuamente, parécenos en gran manera oportuno recomendar de nuevo con insistencia esta empresa, por cuanto los legados evangélicos inculcan a todo el mundo la bondad humana y cristiana, y lo exhortan a una convivencia fraterna que está por encima de las luchas entre los pueblos y de las fronteras de las naciones”. (EP 2). 

Y en el contexto actual de la Nueva evangelización, también por esos años parecían vivir un llamado semejante. El Papa Pio XII también remarcaba en ese entonces de lanzarse con nuevas fuerzas y renovado ímpetu en promover la evangelización a través de las misiones, recordando cómo se había suscitado un genuino espíritu Misionero mediante las exhortaciones de Pio XI por medio de la encíclica Rerum Eclesiae: “Todo lo cual claramente manifiesta que las iniciativas apostólicas, empleando métodos nuevos y más adaptados, responden oportunamente a las nuevas circunstancias y a las necesidades cada día mayores de nuestros tiempos”. (EP 6).

En el apartado 4, nos propone el Papa en esta encíclica los retos de su época, las tareas a realizar, las cuales se han multiplicado y diversificado a la fecha. Es como una bola de nieve que se ha ido incrementando en las necesidades que hoy exige el mundo. Una evangelización decidida, audaz hasta el martirio, mostrando siempre el rostro de Dios en el testimonio fiel del seguimiento de Jesucristo. Ese es el heraldo del Evangelio que hoy en día se busca en todo cristiano, en todo misionero: “Ante todo hay que tener presente el hecho que ya hemos indicado: lo que en esta empresa queda aún por realizar exige un trabajo en verdad ingente e innumerables operarios”. (EP 16) “Encomendamos a Dios a los operarios apostólicos que trabajan en las regiones interiores de la América Latina, teniendo bien sabido a qué peligros y a cuántas insidias están expuestos por parte de los errores de los no católicos, que se difunden, ya abierta, ya solapadamente” (EP 18).

Por último, no me queda más que recordar que nuestros tiempos no dejan de estar sumergidos por el relativismo exacerbado y egoísta y es donde el misionero ha de dar luz y esperanza como en aquellos tiempos. Creo, a mi parecer, que esta encíclica tiene mucha actualidad. Es un llamado misionero, un llamado a responder al compromiso como cristiano, como bautizado. “Ahora bien: las circunstancias que existían en los primeros tiempos de la Iglesia son las mismas en que se encuentra hoy la mayor parte de los países evangelizados por los misioneros; o por lo menos se debaten con las mismas dificultades a cuya solución fue necesario atender en épocas siguientes”.

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