Eliezer López Mora, S.T.
Encíclica “Evangelii Praecones” del Papa
Pio XII
Vinculada a la situación del mundo actual
Son tiempos diferentes los que vivimos, son realidades tan cambiantes
en las que estamos, pero la Iglesia sigue siendo: misionera, emprendedora y testiga
de la verdad del Evangelio de Jesucristo, para transformar la humanidad, como
bien lo refiere la encíclica: “por cuanto los legados
evangélicos inculcan a todo el mundo la bondad humana y cristiana, y lo
exhortan a una convivencia fraterna que está por encima de las luchas entre los
pueblos y de las fronteras de las naciones” (2)
Sin duda alguna, como las situaciones de vida han cambiado a paso agigantado,
también la actividad misionera en la Iglesia ha tenido que irse perfeccionando
tanto en metodología como en la forma de llevar acabo su propagación del
mensaje evangélico, pero no menos importante también viene a ser la preparación
de los que sienten el llamado a la vida misionera. Refiriéndonos al numeral 45
de la encíclica: “Sin embargo, es necesario que
los religiosos que se sientan llamados a ejercer con fruto estos ministerios,
cuando aún se hallen en su propia patria, adquieran aquella preparación
intelectual y moral que la moderna técnica exige. Sabemos que no faltan religiosas
que, habiendo obtenido títulos académicos para ejercitar esta profesión, se han
hecho acreedoras de merecida alabanza, investigando con estudios especiales
algunas terribles enfermedades, como la lepra, y descubriendo remedios
eficaces.
Hoy por hoy los misioneros
siguen un proceso de formación no solo intelectual eclesiástico, sino también
ahora se ahonda en diversos campos de la ciencia y la tecnología. No debemos
olvidar que el llamado de la Iglesia a la preparación integra del misionero
siempre ha estado insistente pero ahora se hace más urgente por lo que hemos señalado
anteriormente con relación al mundo cambiante.
La Iglesia católica, pues, no sólo con la labor infatigable del clero,
sino también con la cooperación de los seglares, fue siempre aumentando la
religión y conduciendo los pueblos a un mayor bienestar aun en el terreno
social. (35). Al hablar de vida misionera en
nuestro tiempo, se percata como el trabajo misionera ha ido en crecida,
no solo por la labor de misioneros religiosos, sino también por el
interés de muchos laicos en querer abrazar con empeño su identidad misionera en la Iglesia. El
crecimiento de muchos centros misioneros en el mundo liderados por laicos, así
como muchas misiones dirigidas por laicos es señal evidente de que los
progresos de la empresa misionera en la Iglesia es un siempre presente y que se
hace en conjunto con los hombres y mujeres de vida consagrada.
Por último es digno de mención el impacto social y de justicia que las
labores misioneras tienen en nuestro mundo actual, así: “La caridad puede
remediar en alguna manera muchas de las injusticias sociales; pero no suficientemente”.
(49). Este, es un gran reto con lo cual la labor misionera en la Iglesia
siempre se ha encontrado, pero siempre ha sabido defender el valor y dignidad
de todo ser humano. Podemos decir no es fácil
defender los valores del Reino en un mundo secularizado, materializado y
aplastante económicamente, pero como principio evangélico la Iglesia siempre hace alzar su voz de justicia
y solidaridad a favor de los menos favorecidos.
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