Secretario: Omar M. Cortés Ascencio
Comenzamos
la sesión con la lectura del Mensaje
final de la XIII Asamblea general de los obispos, del 26 de octubre de 2012.
La estructura de dicho documento es la
siguiente:
- 1. Como la samaritana en el pozo
- 2. Una nueva evangelización
- 3. El encuentro personal con Jesucristo en la Iglesia
- 4. Las ocasiones del encuentro con Jesucristo y la escucha de la Escritura
- 5. Evangelizarnos a nosotros mismos y disponernos a la conversión
- 6. Reconocer en el mundo de hoy nuevas oportunidades de evangelización
- 7. Evangelización, familia y vida consagrada
- 8. La comunidad eclesial y los diversos agentes de evangelización
- 9. Para que los jóvenes puedan encontrarse con Cristo
- 10. El Evangelio en diálogo con la cultura y la experiencia humana y con las religiones
- 11. En el año de la fe, la memoria del Concilio Vaticano II y la referencia al Catecismo de la Iglesia Católica.
- 12. Contemplando el misterio y cercanos a los pobres
- 13. Una palabra a las Iglesias de las diversas regiones del mundo.
- 14. La estrella de María ilumina el desierto
El concepto recurrente será la Nueva Evangelización. El
mensaje resume las ideas centrales. El no. 10 es el más importante para la
materia, pero es indispensable conocer todo el documento. Hay un elemento que
se trabaja poco que es la experiencia humana, pero es interesante que se asuma
este tema.
1.- Como Jesús, en
el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas,
de modo que puedan encontrarlo, porque sólo su Espíritu es el agua que da la
vida verdadera y eterna. Sólo Jesús es capaz de leer hasta lo más profundo del
corazón y desvelarnos nuestra verdad.
2.- Los cambios sociales, culturales, económicos, políticos y religiosos nos
llaman, sin embargo, a algo nuevo: a vivir de un modo renovado nuestra
experiencia comunitaria de fe y el anuncio, mediante una evangelización “nueva
en su ardor, en sus métodos, en sus expresiones” (Juan Pablo II, Discurso a la
XIX Asamblea del CELAM, Port-au-Prince 9 marzo 1983, n. 3).
3.- Es nuestra
tarea hoy el hacer accesible esta experiencia de Iglesia y multiplicar, por
tanto, los pozos a los cuales invitar a los hombres y mujeres sedientos y
posibilitar su encuentro con Jesús, ofrecer oasis en los desiertos de la vida.
De esto son responsables las comunidades cristianas y, en ellas, cada discípulo
del Señor. Cada uno debe dar un testimonio insustituible para que el Evangelio
pueda cruzarse con la existencia de tantas personas. Por eso, se nos exige la
santidad de vida.
4.- La lectura frecuente de la Sagrada Escritura, iluminada por la Tradición de
la Iglesia que nos la entrega y la interpreta auténticamente, no sólo es un
paso obligado para conocer el contenido mismo del Evangelio, esto es, la
persona de Jesús en el contexto de la historia de la salvación, sino que,
además, nos ayuda a hallar espacios nuevos de encuentro con Él, nuevas formas
de acción verdaderamente evangélicas, enraizadas en las dimensiones
fundamentales de la vida humana: la familia, el trabajo, la amistad, la pobreza
y las pruebas de la vida.
5.- Sentimos
sinceramente el deber de convertirnos a la potencia de Cristo, que es capaz de
hacer todas las cosas nuevas, sobre todo nuestras pobres personas. Hemos de
reconocer con humildad que la miseria, las debilidades de los discípulos de
Jesús, especialmente de sus ministros, hacen mella en la credibilidad de la
misión. Somos plenamente conscientes, nosotros los Obispos los primeros, de no
poder estar nunca a la altura de la llamada del Señor y del Evangelio que nos
ha entregado para su anuncio a las gentes. Sabemos que hemos de reconocer
humildemente nuestra debilidad ante las heridas de la historia y no dejamos de
reconocer nuestros pecados personales
6.- La
secularización y la crisis del primado de la política y del Estado piden a la
Iglesia repensar su propia presencia en la sociedad, sin renunciar a ella. Las
muchas y siempre nuevas formas de pobreza abren espacios inéditos al servicio
de la caridad: la proclamación del Evangelio compromete a la Iglesia a estar al
lado de los pobres y compartir con ellos sus sufrimientos, como lo hacía Jesús.
También en las formas más ásperas de ateísmo y agnosticismo podemos reconocer,
aún en modos contradictorios, no un vacío, sino una nostalgia, una espera que
requiere una respuesta adecuada.
7.- La vida familiar es el primer lugar en el cual el Evangelio se encuentra
con la vida ordinaria y muestra su capacidad de transformar las condiciones
fundamentales de la existencia en el horizonte del amor. Pero no menos
importante es, para el testimonio de la Iglesia, mostrar como esta vida en el
tiempo se abre a una plenitud que va más allá de la historia de los hombres y
que conduce a la comunión eterna con Dios.
8.- Dar testimonio
del Evangelio no es privilegio exclusivo de nadie. Reconocemos con gozo la
presencia de tantos hombres y mujeres que con su vida son signos del Evangelio
en medio del mundo. Lo reconocemos también en tantos de nuestros hermanos y
hermanas cristianos con los cuales la unidad no es todavía perfecta, aunque han
sido marcados con el bautismo del Señor y son sus anunciadores. En estos días
nos ha conmovido la experiencia de escuchar las voces de tantos responsables de
Iglesias y Comunidades eclesiales que nos han dado testimonio de su sed de
Cristo y de su dedicación al anuncio del Evangelio, convencidos también ellos
de que el mundo tiene necesidad de una nueva evangelización.
9.- La nueva
evangelización tiene un campo particularmente árduo pero al mismo tiempo
apasionante en el mundo de los jóvenes, como muestran no pocas experiencias,
desde las más multitudinarias como las Jornadas Mundiales de la Juventud, a
aquellas más escondidas pero no menos importantes, como las numerosas y
diversas experiencias de espiritualidad, servicio y misión. A los jóvenes les
reconocemos un rol activo en la obra de la evangelización, sobre todo en su
ambientes.
10.- El encuentro
entre fe y razón nutre el esfuerzo de la comunidad cristiana en el mundo de la
educación y la cultura. Un lugar especial en este campo lo ocupan las
instituciones educativas y de investigación: escuelas y universidades. Donde se
desarrolla el conocimiento sobre el hombre y se da una acción educativa, la
Iglesia se ve impulsada a testimoniar su propia experiencia y a contribuir a
una formación integral de la persona.
11.- Agradecemos al
Santo Padre por el don del Año de la fe, preciosa entrada en el itinerario de
la nueva evangelización. Le damos las gracias también por haber unido este Año
a la memoria gozosa por los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano
II, cuyo magisterio fundamental para nuestro tiempo se refleja en el Catecismo
de la Iglesia Católica, repropuesto, a los veinte años de su publicación, como
referencia segura de la fe. Son aniversarios importantes que nos permiten
reafirmar nuestra plena adhesión a las enseñanzas del Concilio y nuestro
convencido esfuerzo en continuar su puesta en marcha.
12.- A los pobres
les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no
excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a
ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente
potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace
entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a
Cristo.
13.- Hoy el
Evangelio se os repropone como nueva evangelización a través de la vida
litúrgica, la catequesis, la oración familiar diaria, el ayuno, la solidaridad
entre las familias, la participación de los laicos en la vida de la comunidad y
al diálogo con la sociedad. En no pocos lugares vuestras Iglesias son sometidas
a prueba y tribulaciones que dan testimonio de vuestra participación en la cruz
de Cristo; algunos fieles están obligados a emigrar y, manteniendo viva la
pertenencia a sus propias comunidades de origen, pueden contribuir a la tarea
pastoral y a la obra de la evangelización en los países de acogida.
14.- Las palabras
de María son también las nuestras: el Señor ha hecho realmente grandes cosas a
través de los siglos por su Iglesia en los diversos rincones del mundo y
nosotros lo alabamos, con la certeza de que no dejará de mirar nuestra pobreza
para desplegar la potencia de su brazo incluso en nuestros días y sostenernos
en el camino de la nueva evangelización.
La figura de María nos orienta en el
camino.
Se hicieron algunas
reflexiones en torno a la Jornada Mundial de la Juventud, si esta rescata algún
trabajo pastoral, especialmente en los jóvenes de México y se rescató lo
positivo que han sido para quienes disciernen su vocación al cristianismo, a la
vida religiosa y al matrimonio. También se reflexionó sobre las “semillas del
Verbo” depositadas en cada cultura y religión.
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